¡Feliz Navidad!
A veces nuestros corazones pierden el camino de la paz y
la alegría. Es fácil verlos por ahí, cabizbajos, llenos de problemas, perdiendo
la fe, perdiendo la esperanza. A veces nuestros corazones parecen haberse
olvidado de Dios. Por eso, cada año, la Navidad regresa a recordarnos el júbilo
de ese Dios Niño que vino a dar su vida por nosotros, a recordarnos la humildad
de un Jesús que quiso ser hijo de un carpintero y aprender de la vida de los
pobres. Por eso lo llenamos todo de luces que parecen pequeñas estrellas: así recordamos
a nuestros corazones que ellos no pertenecen a la
tierra, sino al Cielo, y que su lugar está allá arriba.
Es
Navidad, elevemos nuestros ojos hacia la estrella que anuncia la llegada del
Mesías, y con nuestras miradas se elevarán también los corazones. Elevemos al
cielo la plegaria de la gratitud y la alegría, y hagamos correr por todas
partes la noticia del Nacimiento de nuestro Salvador. La Navidad está de nuevo
entre nosotros, recordándonos que todos somos hijos del Padre, llamando a
nuestros corazones a unirse a los cánticos del Cielo. La navidad es una
lección de humildad, de fe. Que su milagro nos enseñe a mantener el
corazón levantado hacia el Señor y pedirle que se haga, la paz en el mundo.
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