martes, 16 de febrero de 2016

Innovación para el Alma - Febrero 16

Dios en su desnudez

Cuaresma viene de cuarenta. Como número bíblico simboliza perfección, plenitud, totalidad. El evangelio habla de cuarenta días de Jesús en el desierto. Su vida entera fue de espiritualidad por haber sido conducido por el Espíritu, que inspiró cada gesto suyo.

El creyente acierta cuando celebra la cuaresma imitando a Jesús, es decir, dejándose conducir por el Espíritu en cada paso del camino. Sentir con espíritu, pensar con espíritu, hablar con espíritu y actuar con espíritu. Cuaresma perfecta.

Da gusto llegar a un lugar donde soy acogido con espíritu y por eso despiertan en mí poderoso sentido del espíritu con que debo saludar a quien encuentro donde voy. Constatación que me lleva a poner espíritu en todo lo que soy y hago. Maravilloso modo de celebrar la cuaresma, camino de Dios en su desnudez.

Sorprender a Dios en su desnudez es para el M. Eckhart la máxima aspiración. Cuaresma, tiempo de ayuno y abstinencia, símbolo de desapego, el camino regio para llegar al Todo en total desnudez. Él en mí, yo en Él, expresión perfecta del amor.

Los creyentes oramos así: “Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias”. Oración perfecta, que, bien vista, le pone a Dios el vestido de la gloria. Y la gloria, por inmensa que sea, es un modo infinitesimal de ver a Dios. La desnudez de Dios compromete demasiado.

Después de quejarse a su Amado porque se le escondió, el poeta místico S. Juan de la Cruz reconoce, abrumado, que “el Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma”. Y que para encontrarlo debe “entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen”, comenzando por el vestido. Dios en su desnudez, origen, camino y meta de la cuaresma.

El santo Job, al escuchar los infortunios que arrasaban todo lo suyo, “rasgó su manto, se rapó la cabeza y dijo: ‘Desnudo salí del seno materno y desnudo volveré a él’” (1, 20-21). Nacimiento y muerte acontecen en total desnudez. Traje perfecto para el encuentro cara a cara con Dios, que vive en eterna desnudez.

Cuando afirmo que Dios es bueno, sabio, hermoso, rico y misericordioso, lo estoy vistiendo de hombre. Cambio la felicidad de vestir a Dios, por la de sorprenderlo en su desnudez. La unidad de su desnudez en mí, de mi desnudez en Él.

COLUMNISTA
P. HERNANDO URIBE


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