Dios en su desnudez
Cuaresma
viene de cuarenta. Como número bíblico simboliza perfección, plenitud,
totalidad. El evangelio habla de cuarenta días de Jesús en el desierto. Su vida
entera fue de espiritualidad por haber sido conducido por el Espíritu, que
inspiró cada gesto suyo.
El creyente
acierta cuando celebra la cuaresma imitando a Jesús, es decir, dejándose
conducir por el Espíritu en cada paso del camino. Sentir con espíritu, pensar
con espíritu, hablar con espíritu y actuar con espíritu. Cuaresma perfecta.
Da gusto
llegar a un lugar donde soy acogido con espíritu y por eso despiertan en mí
poderoso sentido del espíritu con que debo saludar a quien encuentro donde voy.
Constatación que me lleva a poner espíritu en todo lo que soy y hago.
Maravilloso modo de celebrar la cuaresma, camino de Dios en su desnudez.
Sorprender a
Dios en su desnudez es para el M. Eckhart la máxima aspiración. Cuaresma,
tiempo de ayuno y abstinencia, símbolo de desapego, el camino regio para llegar
al Todo en total desnudez. Él en mí, yo en Él, expresión perfecta del amor.
Los creyentes
oramos así: “Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te
glorificamos, te damos gracias”. Oración perfecta, que, bien vista, le pone a
Dios el vestido de la gloria. Y la gloria, por inmensa que sea, es un modo
infinitesimal de ver a Dios. La desnudez de Dios compromete demasiado.
Después de
quejarse a su Amado porque se le escondió, el poeta místico S. Juan de la Cruz
reconoce, abrumado, que “el Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el
Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del
alma”. Y que para encontrarlo debe “entrarse en sumo recogimiento dentro de sí
misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen”, comenzando por el vestido.
Dios en su desnudez, origen, camino y meta de la cuaresma.
El santo Job,
al escuchar los infortunios que arrasaban todo lo suyo, “rasgó su manto, se
rapó la cabeza y dijo: ‘Desnudo salí del seno materno y desnudo volveré a él’”
(1, 20-21). Nacimiento y muerte acontecen en total desnudez. Traje perfecto
para el encuentro cara a cara con Dios, que vive en eterna desnudez.
Cuando afirmo
que Dios es bueno, sabio, hermoso, rico y misericordioso, lo estoy vistiendo de
hombre. Cambio la felicidad de vestir a Dios, por la de sorprenderlo en su
desnudez. La unidad de su desnudez en mí, de mi desnudez en Él.
COLUMNISTA
P. HERNANDO
URIBE
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