La Virgen María
María fue
una mujer inmensamente feliz... Su presupuesto era de dos reales. No tenía
dinero, coche, lavadora, televisor ni computadora, ni títulos académicos. No
era directora del jardín de niños de Nazareth. Tampoco presumía de
nombramientos, como Miss Nazareth. María a secas. No salió en la televisión ni
en los periódicos.
Pero poseía
una sólida base de fe, esperanza y caridad y de todas las virtudes. Tenía
gracia y santidad...Tenía a Dios, y, a quien tiene a Dios, nada la falta.
Tú puedes
ser, deberías ser, una mujer inmensamente feliz, aunque no tengas muchas
cosas materiales. Aunque no seas famosa, rica, artista o cosas del género.
Pero, si tienes a Dios, las virtudes teologales, la santidad a la mano.
No debes
pretender, aspirar, ansiar demasiadas cosas materiales... La grandeza de un
alma está en su interior, va por dentro. Lo de fuera es ruido, música, bombo y
platillo, viento, humo, oropel, incienso, hojarasca, apariencia, nada. Por
dentro va la santidad, la fe, el amor.
La
Virgen no se quejaba: de ir a Egipto, de que Dios le pidiera tanto. La sonrisa
de la Virgen era lo mejor de su rostro. ¿Cómo reaccionaría ante las
adversidades, dificultades, cólera de los vecinos?
No te
quejes: del tiempo, de la comida, del trabajo, de tus compañeras, de tus
limitaciones, de tu falta de lujo. Trata de sonreír como Ella.
María veía
la Providencia en todo: en los lirios del campo, en los amaneceres... en la
tormenta. Cuando no había dinero. Cuando tenía que ausentarse. Cuando alguna
vecina se ponía necia y molestaba.
Lo más
admirable de María era el amor. Lo más grande de la mujer debe ser el amor. El
amor es un talismán, una varita mágica que transforma todo en maravilla. Dios
te ha dado este don en abundancia. Si lo emplearas bien, haría de ti una gran
mujer, una ferviente cristiana, una esposa y madre admirable. Pero, si dejas
que el amor se corrompa en ti, ¡pobre mujer!
María
Magdalena tenía una gran capacidad de amar. La empleó mal, y se convirtió en
una mujer de mala vida. Pero, después de encontrarse con Jesucristo, utilizó
aquella capacidad para amar apasionadamente a Dios y a los demás, y hoy
es una gran santa y una gran mujer.
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