ALIMENTO DE VIDA
"Soy
cristiano no practicante", "¡Qué rollo ir a misa!", "¿Para
qué vas a misa todos los días? ¿qué te dan allí?"...
Venimos
a la Eucaristía a celebrar, a hacer presente el acontecimiento más importante
en la historia de la familia cristiana y de la humanidad: nuestra salvación y
venimos a alimentarnos para tener salud y fuerza en el camino que nos lleva a
la vida eterna.
Todos
sabemos de la importancia de la alimentación, así como de las consecuencias del
hambre y de la malnutrición.
En
nuestras sociedades de la abundancia el problema está en que se come mucho,
pero malos alimentos y en los países pobres, se come poco y mal. Por eso hay
tantos problemas de salud.
Si uno
no se alimenta bien, en lugar de ganar vida y salud, la va perdiendo.
En
nuestra vida cristiana pasa lo mismo: quien no la alimenta, la va perdiendo.
Por eso
Jesús se ha hecho para los suyos alimento de vida.
Para
eso, también, venimos a la Eucaristía: para alimentarnos del Pan de la Palabra
de Dios y del Cuerpo y Sangre de Cristo.
El
cristiano que abandona la Eucaristía, poco a poco se va debilitando y su vida
cristiana va desapareciendo.
Y es
que el alimentarnos del Cuerpo de Cristo, nos va transformando en él.
Quien
está bien alimentado de Cristo, irradia vida. El pan que se comparte, lleva a
compartir el pan con el necesitado, la defensa de la libertad con el oprimido y
explotado, la cercanía con el que está solo.
En una
palabra: el amor recibido, debe hacerse amor entregado. Por eso el día del
Corpus es el día de la caridad, el día de Cáritas. Nuestra ayuda, para que
tenga valor, debe expresar amor compartido.
Pero
si, celebrando la Eucaristía, somos egoístas, negamos la comunión en el Cuerpo
de Cristo; si somos esclavos de nuestras cosas, negamos a quien no guardó para
sí ni su vida, a quien se hizo pan para ser partido y repartido; si nos
despreocupamos de los demás, sea por la causa que sea, negamos a quien se hizo
vida en abundancia para todos y para siempre.
Vivamos
intensamente la Eucaristía, intensifiquemos la oración ante el Sagrario y la
adoración ante el Santísimo expuesto; que nuestra vida sea manifestación y
testimonio de lo que creemos.
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