Hoy, en
un ómnibus,
vi una
chica con cabello dorado
y deseé
ser tan rubia como ella.
Cuando de
pronto se levantó para irse
vi que
cojeaba por el pasillo.
Tenía una
sola pierna y usaba muleta,
pero
cuando pasó, sonreía.
Oh, Dios,
perdóname cuando me quejo,
tengo dos
piernas, el mundo es mío.
Me detuve
para comprar caramelos,
el
muchacho que los vendía era tan encantador,
conversé
con él, parecía tan contento,
Si
llegaba tarde no me preocupaba.
Y
mientras me iba, dijo
"gracias,
has sido tan amable,
es lindo
conversar con gente como tú, sabes, soy ciego".
Oh, Dios,
perdóname cuando me quejo.
Tengo dos
ojos, el mundo es mío.
Más
tarde, cuando iba caminando por la calle
vi un
chico de ojos azules,
se paró y
miraba a otros jugar,
no sabía
qué hacer.
Me detuve
un momento y luego dije:
"¿Por
qué no te unes a los otros, querido?"
Siguió
mirando hacia delante sin decir ni una palabra.
Entonces
me di cuenta que no podía oír.
Oh, Dios,
perdóname cuando me quejo
tengo dos
oídos, el mundo es mío.
Con pies
que me llevan a donde quiero ir.
Con ojos
para ver el brillo del sol.
Con oídos
para oír lo que sé.
Oh, Dios,
perdóname cuando me quejo.
En verdad
he sido bendecido, el mundo es mío.
¡Este poema es solo para recordar
lo mucho que tenemos que agradecer!
Da lo mejor al mundo y lo mejor
volverá a ti.
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