SOLEDAD
“Jesús,
sintiendo lástima del leproso, extendió la mano y
lo
tocó diciendo: Quiero: queda limpio”. San Marcos, cap.1.
Este hombre
estaba apartado de la sociedad, excluido
y
marginado. En Jesús se despierta una profunda
compasión
no sólo por el sufrimiento físico del enfermo
sino
también por su situación moral, consecuencia de
su
propia enfermedad. Ante las palabras de Jesús:
“quiero,
queda limpio”, se produce la curación. Y ella
atiende
a lo físico, pero también al aspecto moral, quizá
el
más doloroso.
Las
enfermedades del alma pueden ser más dolorosas que
las
físicas y la soledad es la mayor de las miserias. Más que
nuestra
ayuda, los demás necesitan es de nuestro amor. Para
un
enfermo, la compañía sonriente es la mejor de las medicinas.
Para
un viejo no hay ayuda como un rato de conversación sin
prisas
y un poco de comprensión de sus todas sus historias.
Muchos
necesitan más de nuestro cariño que de nuestra
limosna.
Y, asombrosamente, la sonrisa -que es la menos
costosa
de las ayudas- es la que más poco damos.
Es
mucho más fácil dar cien pesos a un pobre que dárselos
con
amor. Y es más sencillo comprarle un regalo al abuelo
que
ofrecerle media hora de amistad. A veces damos dinero
por
quitarnos de encima a la gente, por dejar tranquila nuestra
conciencia. Dar
sin amor es ofender. Lo decía con palabras
tremendas,
San Vicente de Paúl: «Recuerda que te será
necesario
mucho amor para que los pobres te perdonen el pan
que
les llevas.
Autor: P.
Alexander Pareja Botero
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