Vivir no es arrastrarse por la vida,
el alma en pena, las ilusiones muertas y el corazón rebosando odio y
melancolía. Entre vivir así y estar muerto hay poca diferencia.
Vivir, vivir en plenitud es algo muy
distinto. No es fácil porque implica
aplastar a los enemigos de la
vida dentro de nosotros. La droga mata, el alcohol mata, la inmoralidad, el
pecado matan. El odio, el pesimismo, la desesperación aniquilan. Y no digas que
de esto nada tienes.
Vivir significa declarar la guerra a
los enemigos de la vida y hacer alianza con los amigos de la misma: la
conciencia tranquila, la paz del corazón, el amor desinteresado a los demás, la
esperanza permanente y la honradez; y el principal: el Dios de la vida.
Hay básicamente dos maneras de
vivir. Una: Disfruta todo lo que puedas, gana dinero, placeres; almacena
cosas. Despreocúpate del resto: de los demás, de la vida eterna,
de Dios...
Otra manera de vivir: Tienes una
misión que cumplir y vas a aprovechar el tiempo al máximo. Después de esta vida
está la eternidad. Dejar huella, aferrarse a lo eterno.
Atrévete a vivir. No te arrastres.
El ave de corral no sabe de los cielos limpios donde vuela el águila real. Sé
águila de las alturas.
Autor: Padre Mariano de Blas
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