LA FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu Santo. ¿De qué
realidad se trata? ¿Qué es, qué hace, dónde está, cómo actúa? O mejor, ¿qué no
es, qué no hace, dónde no está, cómo no actúa? No lo veo, no lo oigo, no lo
huelo, no lo piso, no lo toco. Si miro bien, caigo en la cuenta de que gracias
a El veo, oigo, huelo, piso y toco. Los místicos lo llaman Amor, Amado. Da lo
mismo. No se cansan de cantar: "¿Adónde te escondiste, / Amado, y me
dejaste con gemido?" "Este gemido tiene aquí el alma dentro de sí en
el corazón enamorado; porque donde hiere el amor, allí está el gemido de la
herida clamando siempre en el sentimiento de la ausencia" (S. Juan de la
Cruz, Cántico Espiritual 1, 14). Se manifiesta huyendo. "Sólo queda en mi
mano / la forma de su huida" (J. R. Jiménez). Estando en todo, el Espíritu
no se parece a nada.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y Dador de vida. ¿Es Señor el Espíritu? Es señor quien tiene dominio,
señorío. Dominio es el poder que uno tiene de usar y disponer de lo suyo. ¿De
qué dispone el Espíritu? De lo que es, del amor. Ama dándose, saliendo de sí
mismo, creando, llenando de amor. El Espíritu es Señor, tiene señorío. Señorío
es gravedad y mesura en el porte, en las acciones. El porte y las acciones del
Espíritu son de señorío. Señorío se atribuye a quien tiene dignidad, elegancia,
majestad, distinción. A su paso todo queda "vestido de hermosura",
máxima distinción. Ser distinguido de hermosura corresponde al hombre, a la
creación.
Amás de Señor, el Espíritu
es Dador de vida. Toda forma de existencia es manifestación suya, de su vida
divina. “En el agua de espíritus serenos / y piedras en su limpia oscuridad /
he escuchado en las tardes más hermosas / la tempestad" (G. Pardo García).
La tempestad que toca y escucha el poeta es el Espíritu. Siente embelesado el
influjo bienhechor con que da vida y fecunda.
Pentecostés es la fiesta del
Espíritu cincuenta días después de la Pascua. En ella celebra el creyente su fe
en el Espíritu y en sí mismo, morada del Espíritu. Fiesta de alegría y de
acción de gracias por la cosecha, por la vida; por la confianza del hombre en
el Espíritu, y más aún, del Espíritu en el hombre, en la creación. Crear es
gesto de confianza. Del Creador en sus criaturas. Vive arrobado en ellas y de
ellas. Los místicos afirman una y otra vez que el Espíritu es Amado y Amante
por igual, como si viviera cantándole a la creación: "Quisiera ser orilla
/ de flores de ribera / por irte acompañando / por irte embelesando"
(J.R.Jiménez). Pentecostés, embeleso de Dios con el hombre, del hombre con
Dios.
En Pentecostés el Espíritu
se posa sobre la gente como lenguas de fuego, lenguas de amor. Pentecostés es
prodigio de comprensión y comunión. Se entienden hablando aun en lenguas
desconocidas. Con voz de trueno, de dulzura infinita, Richard Lloyd Morgan,
bajo, canta el aria del Credo de la Misa en Si Menor de J.S.Bach, dirigida por
J. E. Gardiner: "Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem".
Melodía espléndida en que la adoración queda aprisionada, y la alabanza y la
gratitud rompen en éxtasis las barreras del silencio. El Espíritu, lo más
concreto y vaporoso a la vez, abre sin cesar caminos de comunión en el amor. Lo
que el pueblo colombiano necesita para salir del pozo de violencia, codicia y
egoísmo en que vive. Y por eso espera que sus "jóvenes tengan visiones y sus
viejos sueños" (Hech 2, 17) que vuelvan cercana la lejanía del Espíritu en
cada corazón y en cada comunidad.
AUTOR: P. Hernando Uribe
Carvajal, OCD