LA
CARCAJADA
Está hecha de paz con Dios, de paz
consigo mismo, de amor al prójimo. Quien tiene estos materiales no necesita
aspavientos, no necesita carcajadas. Sabe, se siente, es feliz.
Ahora bien, esta felicidad, esta paz
del corazón está muy amenazada. Está ahí el pecado en sus diversas formas que
mata esa paz. Está el rencor que pudre el corazón del hombre y que arranca de
cuajo cualquier señal de paz. Está el pesimismo, el desaliento, la
desesperanza, que destruyen completamente esa tierra, ese jardín donde no puede
crecer la tranquilidad y la paz.
¿Me considero un hombre, una mujer
feliz? Si lo eres, ya sé por qué; no es casualidad, es porque has cultivado las
flores de la felicidad. Tú has cultivado el amor a Dios, has cultivado el amor
a tu prójimo, has cultivado la paz de la conciencia; por eso eres feliz.
El que es feliz no necesita
demostrarlo. El que no lo es, debe aparentarlo. La carcajada suele ser una
apariencia de felicidad.
Autor: Padre Mariano de Blas, L.C.
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